Capítulo 8. Diversidad cultural y educación (Ignacio Martínez Morales y J. Verónica Ramírez Rangel).

 


En este capítulo se aborda, en primer lugar, la visualización de la inmigración como elemento clave en la configuración de las sociedades occidentales. Ésta se establece como un fenómeno global vinculado a la mercantilización de las relaciones internacionales, lo que genera una diferenciación entre países pobres y ricos pero, asimismo, dinámicas productivas más allá de las fronteras.

En este sentido, la emigración ocurre en un mundo cuya organización política gira aún en torno al Estado-nación, es decir, estructuras administrativas que gestionan, de forma selectiva, los derechos de los ciudadanos que las integran.

La escuela supone una de las instituciones que desarrolla una función de construcción de identidades nacionales o de socialización política. 

Del mismo modo, las comunidades étnicas de referencia permiten a los inmigrantes mantener el vínculo de identificación cultural con la comunidad-nación de origen, donde se establece un proceso de adaptación mutua entre la identificación étnico-cultural y las pautas culturales dominantes en el contexto de acogida.

Seguidamente, el manual nos propone la reflexión sobre el concepto de inmigración, ya que la percepción pública de este proceso se va construyendo desde declaraciones parciales, imprecisas y poco fundamentadas, difundidas por los medios de comunicación y recibidas por una sociedad que desconoce la situación.
La inmigración engloba un carácter multidimensional que determina diferentes factores muy diferentes que inciden en su génesis y mantenimiento.

Por un lado, se encuentran los factores demográficos que recogen que cerca del 80% de personas pertenecen a regiones en vías de desarrollo. Por lo tanto, el crecimiento de la población es muy dispar entre territorios o regiones desarrolladas y en vías de desarrollo. 
La inmigración permite la reactivación demográfica o un rejuvenecimiento poblacional fundamental para mantener las cotizaciones que permitan el sostenimiento del nivel de bienestar de la sociedad, por ello, es necesaria la integración de la población inmigrante de forma estable en la dinámica social, accediendo a su condición y consideración plena como parte de la ciudadanía.

En relación a los factores económicos determinantes en referencia al concepto de inmigración, se encuentra cómo el mercado laboral tiende a mundializarse, a pesar de que los países desarrollados sólo tiendan a acoger aquellos inmigrantes que les sean de utilidad en función de las necesidades de trabajo, es decir, se prima la consideración de la inmigración como necesidad funcional, las políticas migratorias tienden a enfatizar el control por encima de la integración y la igualdad de derechos, lo que deriva en una consideración de los inmigrantes como ciudadanos de segunda.
Sin duda, las migraciones económicas suponen un esfuerzo de muchas personas por salir adelante. Para las personas que se embarcan en un proceso migratorio, supone una experiencia tremendamente dura, que genera muchas rupturas, un elevado riesgo e implica un futuro incierto en la búsqueda de condiciones de supervivencia. 
Sin embargo, en muchos países continua la preeminencia del derecho de nacionalidad sobre el de ciudadanía que consagra la discriminación intrínseca entre nativo y propietario y el de inmigrante como usufructuario.

Asimismo, se encuentran los factores culturales implícitos en la inmigración. Tanto las sociedades de origen de los inmigrantes como la sociedad receptora son conjuntos plurales en los que conviven diversas culturas que van cambiando en el tiempo y el espacio, adecuándose a los diferentes contextos. Las culturas no son construcciones estáticas, homogéneas o aisladas, sino sociedades en contacto e interrelación permanente entre sí. 
Los inmigrantes, se sitúan física y social, pero también simbólicamente en un contexto cultural definido, complejo y con profundas asimetrías (resocialización cultural), es decir, adaptación a las formas de producción y a la vida cotidiana.
La cultura también presenta una dimensión jerárquica, una distribución estratificada de los bienes simbólicos entre los diferentes grupos sociales. La interacción entre grupos étnicos diferenciados da lugar a las luchas de posicionamiento, es decir, a los enfrentamientos por la posesión y el control del capital cultural.

Seguidamente, el capítulo aborda la dimensión de la diversidad cultural junto a la integración de los inmigrantes. En relación a dichos conceptos, la inmigración determina diversos tipos de procesos de integración o modelos de convivencia.

El primero es la asimilación, que determina la adecuación del inmigrante a la sociedad receptora, eliminando la diferencia cultural que se define como una barrera, dificultad o incluso amenaza. Se trata de la adaptación del miembro no autóctono a las normas, valores y representaciones de la sociedad dominante. Sin embargo, este concepto ha conllevado numerosas críticas, como el abandono de la identidad étnica del propio grupo, el esfuerzo de integración se asocia y debe provenir de la minoría étnica inmigrada y la idea de la homogeneidad cultural de la sociedad de acogida.

En segundo lugar, se encuentra el término de separación cultural que parte de la amenaza a lo desconocido y que supone el germen de problemas sociales, así como la pérdida de homogeneidad cultural y el debilitamiento de la identidad nacional. 
Este concepto engloba la especulación de la capacidad de asimilación de la sociedad de acogida (umbral de tolerancia) y la voluntad de los ciudadanos para integrarse en esa sociedad, es decir, determina que las comunidades de inmigrantes continúen siendo marginales. Supone una solución inversa a la asimilación cultural, pero se aleja también de la idea de multiculturalidad.

En tercer lugar, se alude al concepto de marginación, ya que las condiciones de los procesos migratorios implican una exclusión social de las personas inmigrantes determinadas por diferentes factores:
- Factores familiares: falta de arraigo familiar, carencia de vivienda propia...
- Factores personales y culturales: diferencias idiomáticas, culturales o de costumbres...
- Factores laborales: incidencia de movilidad ocupacional descendente respecto a la posición de partida y los estudios cursados en países de origen...
- Factores sociales y ubicacionales: segregación en barrios y zonas acotadas, discriminaciones latentes o expresas en el acceso a determinados lugares y servicios...
- Factores políticos: carencia de derecho a voto, falta de instancias de representación e interlocución...

Ante estos tres elementos, posteriormente se encuentra el término de integración que defiende la idea del derecho a la diversidad y un modelo de convivencia cultural.

La idea es respetar la cultura de los grupos constituyentes de una sociedad con la necesaria interacción entre igualdad y respeto a la diversidad, con la importancia de la comunidad étnica como facilitadora de la integración en la pluralidad, como mediadora entre la sociedad de origen y la sociedad de acogida y con la relación entre diversidad y convivencia, así como la participación de todos los ciudadanos en igualdad de condiciones.

La escuela, como institución que asume funciones de socialización para la infancia, ha de acoger a los menores extranjeros o autóctonos y es responsable de la no transmisión de visiones simplificadoras de la diversidad, posibilitando el desarrollo de todos los individuos y generando experiencias de convivencia que respeten y potencien las particularidades culturales e introduciendo la diversidad cultural como parte de la dinámica educativa, incorporándola al currículum y a la organización del centro educativo.

En definitiva, el capítulo aboga por diferentes modelos que proporcionan una mayor visibilidad en el ámbito educativo a la diversidad cultural. 

Un primer tipo de medidas para atender la diversidad se sitúa en la línea de comprensión cultural, donde la diversidad cultural es algo positivo y que enriquece la experiencia cultural del colectivo receptor, así como diferentes medidas de tipo compensatorio: grupos de diversificación curricular, de refuerzo educativo, adaptaciones curriculares, programas de educación compensatoria, aulas flexibles, aulas de acogida...

Otro de los modelos es el de competencia cultural que orienta su acción a visibilizar las diferencias culturales desde la elaboración de programas educativos bilingües y la adquisición por parte de los estudiantes de competencias transculturales. 

Por último, se encuentra el modelo de emancipación cultural que determina la posibilidad de potenciar las oportunidades de éxito escolar y social de las minorías a través de la elaboración de un currículum multicultural en el que se incluya el conocimiento de la historia y cultura de esas minorías para reducir el desajuste y distanciamiento del éxito académico y realizando un análisis de la realidad del contexto, incluyendo las minoría silenciadas e impulsando las relaciones con los agentes sociales pertenecientes a esas culturas.

A continuación, adjunto un enlace en el que se establece una conversación elaborada por Remedios Zafra, investigadora y escritora, denominado "La diversidad enriquece, somos mejores cuando nos mezclamos". desde el programa "Aprendemos juntos 2030" del BBVA.

ENLACE: https://www.youtube.com/watch?v=NuRICVkUoM8

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