En referencia a este cuarto capítulo, se aborda la concepción de la familia como elemento fundamental en la organización social, así como en la configuración de nuestra identidad personal.
En primer lugar, se habla de la familia como un grupo social de dos o más personas relacionadas entre sí por vínculos; bien sean de sangre, matrimonio o adopción, que tiene como función primordial la reproducción y el cuidado de su descendencia.
La evolución histórica de la familia viene determinada por el concepto de familia extensa preindustrial, pasando por la familia nuclear o burguesa hasta la estructura familiar actual.
En este sentido, el concepto de familia evidencia la gran complejidad en sus formas, dando lugar a diversos modelos.
La familia burguesa, como modelo preindustrial, suponía una clara separación entre la esfera pública y la privada, formada por una unidad doméstica, así como una unidad económica y política. En este caso, el matrimonio servía para conservar o aumentar el patrimonio familiar.
Seguidamente, el proceso de industrialización da lugar a una nueva percepción cultural en torno a la ordenación del espacio y el tiempo, la familia se irá diferenciando de la pública en la evolución de la vida social.
Además, este modelo familiar se basaba en una clara diferenciación por género de cada esfera de la vida cotidiana, pública y privada, justificada en términos de eficiencia y funcionalidad. De esta forma, hombre y mujer representan roles complementarios que deben ejercerse en exclusividad.
En el caso español, el régimen franquista supone la incorporación de fundamentos ideológicos sobre un nuevo orden moral a partir de una estructura fuertemente jerarquizada en todos los ámbitos de la vida social. La familia con valores tradicionales era considerada la salvaguarda de la esencialidad de la sociedad española.
Posteriormente, surge una nueva concepción de las relaciones familiares basada sobre la inexistencia de una única forma familiar legítima. En este sentido, destaca el nuevo rol de las mujeres propiciado por el proceso de individualización en los últimos años.
La individualización consiste en la toma de conciencia de la responsabilidad de nuestra propia vida. Es el propio individuo, no el grupo, la unidad central en el establecimiento de la sociedad. El desarrollo social, económico y cultural da lugar a un mayor abanico de posibilidades y opciones vitales entre las que el individuo ha de elegir según sus propios intereses y preferencias.
Es cierto que las mujeres han llegado más tarde al proceso de individualización que los varones, pero actualmente, se han convertido en sujetos autónomos, independientes de los hombres, a diferencia de la concepción de las familias tradicionales, sobre todo con su participación en el mercado laboral.
Asimismo, es importante hacer alusión al proceso de cambio familiar en relación al peso de las reivindicaciones del movimiento feminista en pro de una mayor igualdad de género.
Es así como surge la diversidad familiar, dado que estamos caminando entre nuevas formas de entenderse a uno mismo y, por tanto, en torno a las relaciones de pareja, así como las relaciones familiares.
Seguidamente, el capítulo muestra algunos datos estadísticos en referencia a los recientes cambios sociodemográficos en España en relación a varias transformaciones vinculadas al concepto de familia. Por ejemplo, la tasa de nupcialidad se ha visto reducida, la edad media de matrimonio ha aumentado, presencia de hijos de madre no casada ha ascendido, la tasa bruta de natalidad ha disminuido o la edad media de la madre al tener el primer hijo ha aumentado considerablemente.
Es por ello que se puede afirmar la existencia de un cambio en las formas familiares en las últimas décadas. Por ejemplo, Ruiz Becerril (2004), establece una serie de características de las nuevas formas presentes en las familias como, por ejemplo: la extensión cuantitativa de éstas, su extensión social, es decir, se tratan de realidades que atraviesan las fronteras de clase, edad, hábitat..., sus formas de convivencia familiar que rompen la linealidad de la familia tradicional, su carácter público, las nuevas formas familiares que dan lugar al incremento de su reconocimiento y legitimación tanto a nivel social como legal y el cambio en el origen de las nuevas familias, decisión tomada por los propios protagonistas y no impuesta por el exterior.
De esta forma, a partir de estas premisas y cambios, podemos hablar de familias reconstituidas, formadas por una pareja con hijos comunes y no comunes, es decir, de uniones anteriores de uno o ambos miembros de la pareja o familias monoparentales, que representan la transformación de la familia tradicional y que con mayor claridad muestra la pervivencia en nuestra cultura de la biparentalidad como referente familiar.
La familia, también se establece como un agente de socialización en transformación. Como he establecido en el capítulo anterior, la socialización es un proceso social que se prolonga a lo largo de toda la vida, por lo que los individuos aprenden las pautas culturales de su grupo de referencia para sobrevivir e interpretar su contexto vital, dando lugar a su personalidad y a formar parte de su grupo.
Es por ello que, un agente esencial del proceso de socialización es la familia, vínculo básico entre individuo y grupo. La familia conlleva la interiorización de valores y normas básicas para la sociedad en la que se integran niños/as y jóvenes a partir de las interacciones de sus miembros, basadas en el afecto y la intimidad.
La familia supone el primer agente de socialización para los individuos donde se difunden normas y valores culturales en función de los cambios económicos, históricos y sociales del entorno.
En la actualidad, uno de los factores encabezados es la incorporación de las mujeres al mundo laboral lo que supone una cierta reasignación de responsabilidades, así como relaciones menos jerárquicas, con un menor ejercicio de la autoridad paterna, basadas en la confianza y el diálogo, mediante relaciones simétricas influidas por el proceso de individualización.
En la última parte de este capítulo, se analiza las relaciones entre la familia y la escuela, donde ambos agentes son fundamentales en la socialización de los niños/as.
Debido a las transformaciones familiares, las diferentes prácticas docentes, la construcción de expectativas diferentes por parte de los agentes implicados de la relación familia-escuela no siempre favorece que se tenga una relación fluida.
Por ello, es esencial tener en cuenta las relaciones y participación de las familias en la educación formal, cómo la escuela atiende la participación familiar y la importancia de los horarios y la creciente necesidad de las familias de encontrar recursos para conseguir la conciliación entre el trabajo remunerado y el cuidado del hogar-familia.
En este sentido, también se debe luchar por las reticencias, en ocasiones, mostradas por el profesorado en relación a la interacción de las familias en el proceso educativo, la falta de reconocimiento por parte de la escuela de la diversidad familiar y las relaciones entre el cambio familiar y el rendimiento académico.
Asimismo, se hace necesario hacer compatibles los horarios del trabajo remunerado, de la familia y de la escuela. En el caso del Estado español, existen dos líneas de actuación como son: la Educación Infantil, principalmente en el período comprendido entre 0 y 3 años y las licencias parentales, que determinan las ausencias reguladas del trabajo con compensaciones económicas y derechos de protección social para atender al nacimiento y crianza de los respectivos hijos e hijas.
Finalmente, es el tiempo el que representa también una dificultad añadida a la relación de las familias con la escuela, es decir, la búsqueda de una coordinación entre ambos agentes que facilite el proceso de enseñanza/aprendizaje del alumnado.
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