Capítulo 9. Educación y transiciones profesionales (Daniel Gabaldón Estevan y Kadri Täht).


El capítulo 9 comienza haciendo mención a que las sociedades occidentales mantienen una jerarquía de clases o posiciones ocupacionales similares. 

La transición de la escuela a la vida adulta/activa es el proceso mediante el cual se distribuye a cada generación en los diferentes niveles de estratificación ocupacional. No obstante, este fenómeno se ve afectado por la desigualdad social y se manifiesta en el grado de participación en la educación, en los conocimientos aprendidos en la escuela, en los recursos del hogar, en la motivación para el éxito y en los procesos de exclusión social.

La relación entre educación y trabajo se establece en base a dos modelos teórico-explicativos: el modelo meritocrático y el credencialista. El primero, determina la distribución de posiciones que esta relación genera, como respuesta al mérito y capacidad de las personas, sustentándose en la racionalidad y no en factores adscritos. El credencialismo, entiende la relación entre la esfera educativa y el mundo del trabajo como un mecanismo de reproducción de las desigualdades sociales, de los conflictos e intereses económicos y culturales dominantes.

Respecto a la meritocracia y, por tanto, los fundamentos del modelo meritocrático, éstos se encuentran vinculados con la corriente funcionalista de la sociología norteamericana a comienzos de la segunda mitad del Siglo XX desarrollada por parte de Parsons y Merton. Los autores determinan que para entender las instituciones, como la escuela, se debe comprender la función que realizan para el mantenimiento de las sociedades. Es así como una de las funciones esenciales de la escuela, es preparar y seleccionar a aquellos más capaces para el desempeño de las tareas más importantes y para el funcionamiento de la sociedad.

Por otro lado, Ivar Berg y Randall Collins determinaron la corriente del credencialismo en los años 70 del Siglo XX donde se produce una crítica al modelo meritocrático. Este modelo cuestiona la idea de que la educación incrementa la productividad en el trabajo y mantiene que los títulos académicos actúan como certificados de pertenencia a grupos de estatus. Asimismo, para este modelo, la falta de relación estrecha entre las habilidades adquiridas en los años de escolarización y el desempeño en el lugar de trabajo sería la causa de diferentes procesos.

Seguidamente, el capítulo se centra en las aportaciones recientes al estudio de las transiciones y, tal y como indica Müller, existen diferentes elementos en este estudio: la asignación o el logro de estatus, la ocurrencia combinada de educación y trabajo, la duración del tiempo de espera hasta el primer empleo y la experiencia del desempleo, el grado de precariedad o inestabilidad de los primeros empleos, itinerarios de transición, interconexión de la transición a la vida activa debido a factores como el emparejamiento y la formación de una familia, la efectividad de diferentes marcos institucionales para atenuar o revertir efetos no deseados socialmente y facilitar las transiciones.

Del mismo modo, el autor  determina en cuanto a los efectos del nivel educativo en diferentes aspectos de la vida una serie de variables: la posición de clase, el estatus o prestigio de la ocupación desempeñada, los ingresos, la autonomía en la organización del trabajo, el menor riesgo de desempleo, la estabilidad en el empleo, la seguridad en el trabajo, la salud y la esperanza de vida.

En este sentido, la juventud estaría más expuesta a la incertidumbre económica porque para la empresa la juventud no cuenta con credenciales laborales previas, ya que les falta tanto experiencia como una red de relaciones y carecen de la capacidad de presión frente al empleador. Además, la empresa favorece una flexibilidad que le permite examinar el potencial de los nuevos empleados: de tipo numérico (cuántos forman parte de la fuerza de trabajo), de tipo salarial (cuánto dedica la empresa en retribuciones) y de tipo temporal (cuánto tiempo dedica la fuerza de trabajo).

Posteriormente, algunos autores desde la sociología de la juventud, determinan que la transición escuela-trabajo se da entre la pubertad y la emancipación del hogar familiar y está marcada por sucesos con baja reversibilidad. El grupo GRET (Grup de Recerca d'Educació i Treball) ha construido dos tipologías, una los itinerarios formativos y otra las modalidades de transmisión, basadas en itinerarios y trayectorias que enfatizan el impacto de la desigualdad de oportunidades.

Entre los itinerarios formativos, se encuentran seis ejemplos desarrollados por el GRET:

- Estudios superiores rápidos: donde se adquiere una titulación superior o vocacional superior, pero que transita a la universitaria. 

- Estudios superiores pero diferidos: sería como el anterior, pero muestra un itinerario más lento y con opciones de carrera menos atractivas en términos de éxito profesional.

- Itinerario lento de bachilleres y formación profesional superior: acreditaciones profesionales para el mercado de trabajo, pero que se realizan lentamente, bien sea porque repiten o porque las realizan de manera intermitente.

- Itinerario ocupacional: itinerario formativo sin logro académico o con logro ocupacional y caracterizado por la elección profesional próxima que se ve favorecida por factores del contexto inmediato (familia) o bien institucional (políticas de empleo).

- Itinerario de salida avanzada de la escolarización obligatoria: salida precoz del sistema educativo sin cualificación profesional. 

- itinerario solo con escolarización obligatoria pero prolongado en las repeticiones: presentan resistencia o rechazo al mundo escolar explícito o no explícito y que puede derivar en ausencias, expulsiones o vías alternativas de escolarización.

En segundo lugar, se encuentran los itinerarios de transición que conllevan diferentes trayectorias básicas de los jóvenes en función de lo complejo o simple del ajuste de expectativas que tales transiciones representan y en función de lo precoz o el retardado tiempo de transición. Las modalidades son:

- Éxito precoz: un nivel complejo de expectativas con una transición en tiempos acelerados.

- Trayectorias obreras: jóvenes orientados a una cultura del trabajo manual y poco cualificado, con una progresión académica muy breve o acotada a la obtención de titulación profesional que habilite para el desempeño de puestos medios o básicos ofertados por el mercado.

- Trayectorias de adscripción familiar: pequeñas empresas, autónomos y explotaciones agrarias familiares, donde el relevo generacional implica una transición por adscripción familiar, con una progresión académica breve.

- Aproximación sucesiva: combinan un nivel complejo de expectativas con una transición ralentizada. 

- Trayectorias en precario: Nivel simple de expectativas y transición ralentizada. El paro intermitente, la rotación y la subocupación marcan sus trayectorias profesionales.

- Trayectorias en desestructuración: Bloqueo en la transición profesional y la emancipación. Nivel de expectativas bajo y una progresión académica muy breve e incluso sin credenciales.

En última instancia, el capítulo analiza la perspectiva institucional y nos habla del sistema educativo cuyas características han sido ampliamente reconocidas como un factor determinante por el tipo de transiciones que condicionan, como son: el grado de estandarización del currículum, la diferenciación asociada a la estratificación del sistema educativo, la flexibilidad (capacidad para cambiar de ruta o capacidad para obtener una "segunda oportunidad" y como posibilidad de realizar elecciones flexibles frente a rutas cerradas), si la formación profesional se realiza en la escuela o en el centro de trabajo, la gobernanza del sistema educativo, el diseño curricular y de contenidos, la impartición del currículum, los esquemas formativos, el sistema de calificación y certificación educativo y el resultado educativo.

Seguidamente, se encuentra el sistema de protección laboral (SPL) que conlleva una legislación laboral determinante a la hora de configurar las relaciones entre empleados y empleadores, como son: la restricción de los despidos de los trabajadores, el grado de protección del empleo, los requisitos para realizar despidos individuales o colectivos, los mecanismos de fijación de salarios, la regulación de las horas de trabajo y el salario mínimo y las formas de empleo temporal.

Finalmente, en cuanto a las políticas del mercado de trabajo (MT) se encuentra el modelo liberal, más frecuente en Estados Unidos y Reino Unido que provee un nivel muy bajo de asistencia a quienes se encuentran desocupados, lo que incita a aceptar ofertas de trabajo poco atractivas. En este modelo, prima la flexibilidad y la movilidad a costa de la seguridad de los trabajadores, se producen transiciones al mercado de trabajo más rápidas pero precarias y carreras profesionales inestables en sus inicios.

En segundo lugar, se encuentra el modelo denominado "flexicurity" predominante en Dinamarca y Holanda, donde impera una economía de mercado muy coordinada y existe un enlace claro entre sistema educativo y mercado de trabajo y un sistema de negociación colectiva.

En tercer lugar, se encuentra el modelo orientado a la transferencia presente en Alemania y Francia que trata de proteger el nivel de vida de aquellos que no forman parte activa de la fuerza de trabajo (desempleados, prejubilados...), pero éste no cuenta con políticas activas de empleo tan bien dotadas.

Seguidamente, el modelo orientado a la familia presente principalmente al sur de Europa, dispone de un nivel de protección a desempleados y prejubilados por parte del Estado más moderado, dando importancia también al capital social y a las redes de parentesco, tanto como soporte en casos de desempleo como por ser una vía de acceso importante al empleo.

Para finalizar, se encuentra el modelo post-socialista presente por su origen en el comunismo de la Unión Soviética y donde se dedican menos recursos a las políticas de empleo, tanto activas como pasivas, y las prestaciones por desempleo han ido menguando en los últimos tiempos.

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